Con la excusa de la emergencia del coronavirus y mi regreso al
IES Vigán, retomo algunos blogs que creé allá por el año dos mil diez. Ya todos
han recibido los deberes que marqué por correo electrónico; pero por si acaso,
vuelvo a poner todo por aquí.
Una vez finalizada la
tarea que marqué desde el viernes 13 de marzo, publicaré más durante esta
semana, según me vayan respondiendo a las necesidades que me pidan.
De momento, seguimos
trabajando con lo que hay; sin prisas, pero sin pausa…
1.- Lee
el siguiente texto y contesta a lo que se te pide debajo del mismo:
“La
herencia sigue bajo el real culo de Felipe VI”, Cristina Fallarás, 16/3/2020
Su
padre, jefe del Estado español, ha robado durante toda su vida y seguirá
haciéndolo, porque del robo viene, y del crimen, de la tortura y del asesinato.
Su padre, Juan Carlos I, se sentó en 1975 sobre un trono que acababa de dejar
calentito el dictador Francisco Franco, y besó, honró públicamente y reverenció
la memoria del criminal. Faltaría más. Un trono bien vale el silencio.
El
acto de aceptar su trono y cargo del culo de un dictador, después de 40 años de
sangre y brutalidad, prolongó de hecho la dictadura. Hasta tal punto que Juan
Carlos dejó de ser rey en la práctica antes de que la sociedad española, con la
reticencia de una buena parte, dejara de honrar al dictador en su mausoleo. Y
hasta tal punto era conocido y evidente lo anterior, que Adolfo Suárez no tuvo
ningún reparo en explicarle el asunto a la periodista Victoria Prego en
1995. Sin despeinarse y como quien cuenta una graciosa historia familiar,
recordó Suárez que "la mayor parte de los jefes de Gobierno extranjeros me
pedían un referéndum sobre monarquía o república", relató el que había
sido, hasta llegar a la presidencia del Gobierno, uno de los capitostes de
mayor importancia y con mayor futuro, como quedó después claro, de la
dictadura. Aquel día, ante la periodista, quien dicho sea de paso tuvo a bien
callárselo para toda su vida, añadió: "Hacía encuestas y perdíamos…".
El
rey Juan Carlos no se volvió ladrón, no nos salió malo. Ya era así. Venía
así de fábrica. ¿Qué si no puede ser quien acata el mal y lo hereda, y para
heredarlo le rinde reverencia pública? El dictador Francisco Franco convirtió
España en su coto y cortijo.
¿Cómo
no iba a robar Juan Carlos I, heredero del coto y cortijo que el criminal había
robado sangra a sangre, dolor a dolor, pegándoles dentelladas a la decencia, a
la bondad, a la verdad y a la vida?
Y
todavía alguno se pregunta con la boquita abierta de los imbéciles cómo puede
ser, cómo ha llegado Juan Carlos tan lejos.
Porque se lo hemos permitido. Así de
sencillo.
Han sido los medios extranjeros los que han
tenido que destapar al rey como delincuente porque en España no hemos sido
capaces ni de destapar su participación en la dictadura, y por lo tanto en el
crimen. Los medios de comunicación han callado, los partidos políticos han
callado, las instituciones han callado y la sociedad entera ha callado,
obedecido y acatado. Se llama vasallaje, y también se llama participación en el
crimen, porque todo silencio lo es.
Hemos construido un relato que nos venía
bien, un relato cobarde que solo se ha resquebrajado cuando la evidencia ya es
innegable, cuando han venido desde fuera a soltárnosla en las narices como un
puñetazo a la cobardía, al pacto de silencio con el delito y la prolongación de
la infamia y el crimen como forma de gobierno.
La
herencia del rey Felipe VI no son un puñado de millones robados a todos y
cada uno de los españoles, a un país entero, herencia por cierto a la que no es
verdad que ha renunciado. La herencia de Felipe VI es su trono. El actual
rey de España ha arrellanado sus reales posaderas sobre el trono que dejó (a
medias) su padre, o sea sobre el silencio y la silla del criminal. A eso no ha
renunciado, y quien acepta, calla y participa. Como nosotros, como la sociedad
española entera y nuestros medios de comunicación y nuestros partidos políticos
y nuestra triste y cobarde idea de la Justicia.
Felipe VI no ha renunciado a nada, porque
¿qué significan unos cuantos millones para quien tiene un poder que no puede
serle arrebatado y que llegará a su hija y así por generaciones? El silencio ha
heredado. El silencio sobre el crimen, y por lo tanto su participación. Un
trono bien vale el silencio. Y esa, la verdadera herencia, la conserva a buen
recaudo debajo de su real culo.
- Haz un resumen.
- Señala tema, tesis y estructura de esta última.
- Señala y explica las funciones del lenguaje que se dan.
- Localiza un mínimo de tres argumentos empleados por la
autora, nómbralos y explícalos.
- Muestra tu opinión en tercera persona (a favor de la
tesis del autor, en contra o de manera matizada).
- Analiza sintácticamente las oraciones subrayadas en el
escrito.
Literatura
Repasa los
siguientes apuntes para aprender a hacer un comentario literario en prosa.
Simplemente debes leerlos y “preparar una batería de preguntas” para hacerme
por internet o en clase (cuando pase todo esto):
Textos en prosa
- Características de los personajes presentes en el fragmento.
- Características de los personajes presentes en el fragmento.
-
Elementos espaciales y temporales destacables.
- Tema
o temas recurrentes.
- Tipo
de narrador.
- Tipo
de diálogo (réplicas breves, intervenciones largas, apartes, monólogos,
digresiones, etc.).
-
Explicar los recursos estilísticos más destacados que se necesitan para
comprender el sentido del texto: símbolos, metáforas, comparaciones,
personificaciones, hipérboles, antítesis, interrogaciones retóricas…
-
Recursos morfosintácticos:
.
Estilo nominal (predominio de sustantivos y adjetivos, ritmo lento) / estilo
verbal (ritmo rápido).
.
3ª ó 1ª persona verbal (objetividad /subjetividad).
.
Tiempos verbales (presente/pasado/futuro).
.
Modo verbal y perífrasis.
Indicativo (objetividad).
Subjuntivo (subjetividad).
Imperativo (órdenes), perífrasis de obligación e infinitivos con valor
de mandato.
.
Presencia / ausencia de adjetivos (con / sin valor descriptivo y detallismo).
.
Adjetivos especificativos / explicativos (objetividad / subjetividad).
.
Determinantes, pronombres o adverbios con valor deíctico (que señala a otro
personaje o algún elemento espacial temporal).
- Recursos léxico-semánticos:
.
Uso del léxico culto / popular.
.
Recuperación del léxico arcaico y/o rural (influencia de la corriente literaria
a la que pertenece).
. Campos semánticos.
.
Valores connotativos de algunas palabras.
Características de los personajes
presentes en el fragmento
Caracterizar
sería determinar los atributos peculiares de alguien, de modo que claramente se
distingan de los demás. Los personajes son la pieza fundamental de una obra
literaria. Por ello es vital una adecuada caracterización. Todos tenemos algo que nos
hace únicos; nuestra forma de hablar o mirar, la manera de caminar, de
reaccionar ante determinadas situaciones, un tic nervioso, un gusto
determinado, un rasgo físico; no hay, en definitiva, dos seres iguales. Esto es
aplicable a la literatura.
Un personaje
que no tenga rasgos físicos o espirituales diferenciadores sería un personaje
común; y los personajes comunes aburren.
De la misma manera se debe tener en cuenta
que sus rasgos diferenciadores deban ser manejados con prudencia. En la
realidad hay personas a los que se conoce como raros por alguna razón
específica.
En la literatura estos personajes pueden llegar
a parecer inverosímiles si no se les trata con ingenio. Un personaje raro debe
tener una justificación poderosa para serlo de forma que el texto literario
tenga la suficiente credibilidad.
En la caracterización de los personajes en literatura el primer paso es la identificación
de cada personaje. Cuando se ha logrado identificar y caracterizar al narrador,
el escritor está dispuesto a dar el siguiente paso. El autor es quien realiza
una obra. En literatura es quien la escribe (no sólo el que la firma. Existe
también la figura del negro). Narrador es el personaje que cuenta la historia,
quien lleva el relato.
El protagonista es vital: se impone la caracterización
del protagonista. El protagonista es la esencia de la historia, el centro del
conflicto y, por tanto, sobre el que recaerá el peso fundamental de la
anagnórisis o reconocimiento; es a la vez el personaje con el que más
interactúa el lector.
Hay
varias formas de clasificar a los personajes. Aparte de la física,
en la que se describe el aspecto y el modo de vestir (que puede tener mucha
importancia, como el color verde del vestido de Adela en La Casa de Bernarda
Alba); desde un punto de vista psicológico y siguiendo una relación de los personajes más
importantes de la obra, se describe cada uno de ellos, indicando cómo son su
temperamento, sus reacciones, la forma de desenvolverse ante determinadas
circunstancias...
Se distinguen dos tipos de personajes:
- Personaje
redondo: evoluciona su psicología a lo largo de la obra o del texto, sufre
altibajos emocionales, duda, comete errores, sale airoso de situaciones
difíciles, ofrece actitudes un tanto cobardes en ciertos momentos, etc.
- Personaje
plano: no evoluciona absolutamente nada a lo largo de la obra o del texto,
nos aparece como héroe salvador desde la primera hasta la última página, o como
villano cruel que comete mil atrocidades desde el principio hasta el final, por
ejemplo.
También podemos diferenciar entre el personaje
protagonista, los personajes secundarios y el personaje antagonista (el que se
opone claramente al protagonista, su “enemigo”).
Tomando a los personajes como definidores del contexto junto al tema que refleja el autor en la
obra, hay diferentes tipos de personajes en la creación literaria:
1.- Estereotipos, lo cuales representan
ciertas connotaciones "marcadas", tratando el autor de destacarlas
del resto de otros personajes más vulgares o cotidianos.
Hay diferentes tipos de personajes
estereotipados:
a)
Héroes individuales: con características sobresalientes, por ejemplo: los
detectives de las novelas policíacas o espías de novelas de ciencia ficción.
Este tipo de protagonistas los utiliza el
autor como un recurso literario
para resaltar un hecho social de una forma exagerada.
b)
Antihéroes. Este otro recurso
literario, en controversia del héroe individual, para resaltar ciertas
miserias de la vida cotidiana. Un ejemplo de antihéroe de "Sancho
Panza", de El Quijote, en donde Cervantes destaca a un ser
"ineficaz", pero en el fondo tan lleno de humanidad que el lector se
olvida de todos sus defectos.
c)
Héroes atormentados. Este tipo de personaje lo configura el autor en
primera figura como fórmula de transmitir el sufrimiento humano. Ejemplos los
podemos encontrar en novelas de corte existencialista, como, "Pedro, el
médico", de Tiempo de silencio, o el protagonista central de El extranjero
de Albert Camus: personajes "vulgares" que la vida, en un momento
determinado se les hace adversa pero que "todo les da igual".
2.- Prototipos: más típicos de la novela "realista".
Personajes vulgares, sin más protagonismo que el de su vida cotidiana.
El
espacio
La situación física en que se encuentran los
personajes es uno de los recursos principales que los autores utilizan para
contextualizar las historias narrativas. Una novela se puede desarrollar en un
lugar o en varios, en espacios interiores o exteriores, rurales o urbanos, con
los siguientes fines:
- Dar credibilidad a la historia
- Contextualizar a los personajes
- Producir efectos ambientales y simbólicos.
Los
novelistas se suelen valer de la técnica de la descripción para presentar los
espacios. El espacio es muchas veces un reflejo de las estructuras
socio-históricas del contexto en el que surge la obra. Durante el movimiento
literario realista del siglo XIX la descripción y el análisis de los espacios
alcanzaron prácticamente la misma importancia que la historia narrada. En la
literatura actual se muestra el espacio a través de los ojos de los personajes
o del narrador.
La
importancia del espacio en una obra literaria puede influir de manera
determinante tanto en el significado de la misma, como en la caracterización de los personajes.
La descripción de fenómenos de la naturaleza adversos (tempestades, viento,
frío, cielo gris, etc.) o una naturaleza idealizada, pueden darle significados
connotativos a una composición literaria. El paisaje que describe el autor o un
personaje también. Los colores que se muestran en determinado lugar o
determinados objetos también pueden ser claves para el devenir de una novela o
un drama.
En la
narración, las referencias léxicas que significan lugar, permiten la
localización espacial de los hechos relatados y, al mismo tiempo, pueden
convertirse en marcas textuales que muestran la estructura de la narración en
sí.
El tiempo
El tiempo y todas sus variaciones se
expresan fundamentalmente, como es lógico, mediante las formas verbales
utilizadas. La perspectiva temporal que el narrador adopta respecto de los
acontecimientos determina el tiempo de los verbos:
A
la narración actual, en la que el narrador relata hechos que están
sucediendo en el mismo momento en que se narran, le corresponde la forma verbal
del presente. Además de usarse en algunos tipos de narración muy concretos,
como las retransmisiones en directo de radio y televisión, aparece
frecuentemente, dentro de la ficción literaria, en la novela objetivista y en los guiones cinematográficos. El
presente se utiliza también en relatos a los que se quiere dar un valor o
alcance intemporal.
La
narración retrospectiva, en la que se relatan los hechos observándolos
desde un momento posterior al desarrollo de los mismos, exige el uso de formas
verbales del pasado (pretérito perfecto simple y compuesto), que expresan
anterioridad al momento del habla, es decir, al tiempo del narrador. La
sucesión de estos verbos en pretérito perfectivo expresa por sí misma la propia
sucesión de acontecimientos. Otras formas temporales-como el pretérito
imperfecto, el pluscuamperfecto, los condicionales simples y compuesto y el
futuro compuesto- permiten ordenar otras acciones en relación con ellas,
expresando simultaneidad, anterioridad y posterioridad con respecto a las
primeras.
También puede utilizarse en la narración retrospectiva el presente
histórico, que, como ya sabemos, permite aproximar el punto de vista del
narrador- y, por tanto, del lector- al momento del pasado en el que suceden los
acontecimientos, de forma que éstos se contemplan como si estuvieran sucediendo
en el presente.
La narración
prospectiva es muy poco frecuente. Aparecen, sin embargo, fragmentos de
narración en futuro en las anticipaciones o prolepsis que se inserten en un relato
de otro tipo.
Junto
a las formas verbales, hay que tener en cuenta las diferentes referencias
léxicas que haga el narrador al transcurso del tiempo: complementos circunstanciales de tiempo y marcadores discursivos con significado temporal(varios años después, más tarde, al mismo
tiempo, meses antes, de repente...) son empleados constantemente para
indicar las elipsis, los saltos temporales hacia atrás o hacia delante, la
sucesión de acontecimientos o el intervalo entre ellos, su duración, etc., y sirven
además como elementos de cohesión textual, puesto que organizan el discurso
narrativo y marcan transiciones entre una parte y otra del texto.
En
cuanto a la terminología empleada, se suele hablar de Ab initio, si la historia
comienza desde el principio, In media res si la trama se produce en
medio de los acontecimientos o en Flash-back si se narra desde el final
de los sucesos.
Tipos de narrador
En los textos literarios hay
varias voces que se pueden comentar. La voz es la que cuenta los hechos. Si
esta voz es la del narrador, puede estar en primera, segunda y tercera persona.
Si aparece en boca de los personajes es cuando normalmente aparece el diálogo.
La tercera persona
Normalmente, la tercera persona
dota al texto de objetividad, o el autor trata de mostrarnos
objetividad utilizando esta tercera persona: intenta ser alguien imparcial que
cuenta unos hechos con el propósito de conseguir un efecto de verosimilitud en
su creación literaria o incluso histórica (muchos han sido los dirigentes que
han contado sus supuestas hazañas en tercera persona para conseguir que los
lectores o generaciones posteriores los creyeran “a pies juntillas”).
Otra técnica que se emplea en
tercera persona es la de la forma omnisciente, cuando a la
hora de narrar los acontecimientos, actúa como un dios que lo sabe todo y lo
domina todo. También describe todo lo
que los personajes ven, sienten y oyen; y los hechos que no han sido
presenciados por ningún personaje.
El enfoque
múltiple es otra de las técnicas empleadas utilizando la tercera
persona. Es el relato de una acción desde el punto de vista de varios
personajes y no del narrador omnisciente. No hay que confundir con el diálogo.
El autor puede también utilizar la tercera persona observadora: el
narrador cuenta los hechos de los que es testigo como si los contemplara desde
fuera, no puede describir el interior de los personajes. Es como un reportero
con una cámara que sólo puede relatar lo que ve y lo que oye. No puede
describir el interior de los personajes.
Una técnica poco usual es la de buscar un
narrador para relate los hechos (es un relato dentro de otro relato). Aparece
por ejemplo en El Quijote.
La
primera
persona
Aquí el autor pretende identificarse. Le da
mayor subjetividad. Borra las
diferencias entre su propia visión y el protagonista en el que se va a ocultar.
Muchas veces surge la autobiografía (aunque ésta pueda llevarnos a un mundo
ficticio). A esta técnica se le suele llamar primera persona central.
Primera persona periférica es aquella en la que el narrador adopta el punto de vista de un personaje secundario que narra en primera persona la vida del protagonista.
Primera persona testigo. Un testigo de la acción que no participa en ella narra en primera persona los acontecimientos.
Primera persona periférica es aquella en la que el narrador adopta el punto de vista de un personaje secundario que narra en primera persona la vida del protagonista.
Primera persona testigo. Un testigo de la acción que no participa en ella narra en primera persona los acontecimientos.
Monólogo
interior
El
monólogo interior (también conocido como 'flujo de conciencia') es una
técnica literaria que intenta plasmar en el papel el flujo de presión del
mundo real y el mundo interior, imaginado por alguno de los protagonistas.
En
los monólogos interiores, los escritores tratan de expresar sentimientos
ocultos o deseos reprimidos que no pueden expresar con palabras o acciones.
Son "mundos diferentes en el interior de las personas", que en la
mayoría de las veces, ocultan fantasías y pensamientos que a lo mejor nunca
podrán ser realizados.
|
La segunda
persona
La segunda persona corresponde, en
principio, al narratario, bien sea éste un personaje ficticio (como el de Vuestra
Merced del Lazarillo) o directamente el lector. Hay que decir que es
poco frecuente y confusa. El autor pretende analizar al personaje, su manera de
ser, su pensamiento; aunque ha cierta restricción en lo que se comunica. Se da
en obras literarias donde la narración importa menos y se da paso a la
descripción de un personaje u otro elemento (como la sociedad o cultura
española en Cartas Marruecas de José Cadalso).
Formas
del discurso:
-
Narración.
-
Descripción.
-
Exposición y argumentación.
- Diálogo.
Tradicionalmente los textos en prosa se han
clasificado en las llamadas formas del discurso o formas de composición:
narración, descripción, exposición y argumentación. Esta división se basa en la
intención que domine en cada una de ellas y, en consecuencia, en la distinta
manera de organizar el texto: en la narración se detallan conocimientos reales o ficticios dispuestos en un tiempo y
un espacio; en la descripción se evocan observaciones de la realidad; en la
exposición se explican ordenadamente ideas y principios; en la argumentación,
se defiende una postura y se intenta convencer de ella al receptor. La
narración y la descripción se dirigen principalmente a la imaginación mientras
que exposición y argumentación lo hacen
al intelecto; los primeros son los más característicos de la expresión
literaria y los segundos de las vertientes científica y humanística.
A estas cuatro formas del discurso hay que
añadir el diálogo, no el que se
produce en situaciones reales de comunicación oral, sino el que el autor recoge
en sus textos para transmitir información al lector.
Esta clasificación no quiere decir que los
textos se den con una de esas formas exclusivamente, ya que en una composición
encontramos mezcladas diferentes variedades: en un cuento, la narración debe
combinarse con la descripción de ambientes y personajes que, además, pueden
dialogar entre ellos; del mismo modo, cuando argumentamos necesitamos exponer
nuestras ideas y muy probablemente describir situaciones o enunciar ejemplos de
un modo narrativo.
El diálogo y sus tipos
El
diálogo en sí es la comunicación entre los propios personajes. Este diálogo refuerza
la narración, es decir, hace que el lector se crea más lo que lee; le da
verosimilitud a la obra literaria. El autor desaparece con el diálogo y “deja
actuar a los personajes” en un intento claro de dotar de verosimilitud a la
obra literaria. El diálogo procede del teatro y en el teatro es vital la catarsis:
que el público se identifique con algún personaje o con la trama argumental que
se produce en el diálogo. Una obra teatral será mejor o peor dependiendo del
efecto que haga en el público (una comedia será buena si consigue provocar la
carcajada del público).
No
hay que confundir el diálogo con “la técnica múltiple”. En la técnica múltiple,
son distintos los personajes que narran la acción (por ejemplo en Crónica de
una muerte anunciada).
En
la ficción literaria se suele distinguir entre el discurso del narrador y el
discurso de los personajes. Tanto el hablar del narrador como el de los
personajes se encuadran en un proceso marcado por convenciones conocidas por el
lector. Es decir, el lector a las convenciones propias del diálogo “real” ha de
sumar las propias de lo literario (por ejemplo la reproducción en estilo
directo, los signos que suplen lo gestual). La competencia del lector permitirá
contrastar el valor estilístico de los diálogos contenidos en una obra.
El diálogo supone una ruptura del hilo
narrativo y contribuye a imprimir un determinado ritmo al relato. Las
palabras de los personajes se han de insertar en el discurso del narrador, se
trata de citar las palabras de alguien, de reproducir un discurso distinto al
del narrador y esto puede hacerse de distintos modos. La elección de uno u otro
procedimiento de cita es ya una elección estilística y marca la distancia
del narrador respecto del personaje.
Tradicionalmente se han distinguido las siguientes formas de representar el
discurso de los personajes:
Estilo directo, es el que se da en aquellos
discursos en los que se citan las palabras o pensamientos de los personajes de
manera textual, tal y como se supone que ellos mismos los han formulado. El
narrador introduce un verbum
dicendi y a continuación reproduce el hablar del personaje entre
comillas o con un guión, que puede ir precedido en la línea anterior de dos
puntos como marcas tipográficas.
– Pero, ¿y si él se empeña en que vaya? Criada: ¿Han venido todos sus
parientes?
– Es muy débil... si insistimos, cederá. La Poncia: Los de ella. La gente de
él la odia. Vinieron
– ¿Y si no cede, si se obstina? a verlo muerto, y le hicieron la cruz.
También se puede prescindir del verbum dicendi, cuando está claro
quiénes son los personajes que hablan.
En algunos textos el autor emplea el uso de
las comillas y los verbos introductorios (marcados en negrita) que pueden ir
delante o detrás de las palabras de los personajes.
“Para mis padres, estas atenciones del maestro eran un honor. Aquellos
días de excursión, mi madre preparaba la merienda para los dos: “No hace falta,
señora, yo ya voy comido”, insistía don Gregorio. Pero a la vuelta decía:
“Gracias, señora, exquisita la merienda”.
“Estoy
segura de que pasa necesidades”, decía mi madre por la noche.
Estilo indirecto. Consiste en un
procedimiento por el que las frases o pensamientos de los personajes son
incorporados al discurso del narrador que con sus propias palabras los resume
en primera o tercera persona narrativa. Esto supone que es la perspectiva del
narrador la que prevalece. Sintácticamente, del verbum dicendi depende una subordinada sustantiva que se
introduce generalmente con la conjunción que. Se marcan en negrita las señales del estilo indirecto:
“El vagabundo –narizotas,
alcohólico y trascendente– contó que se dirigía a la recogida de
aceitunas, para luego seguir hacia levante, donde pensaba hacerse barquero de
agua dulce. Y explicó que su idea era instalarse en la orilla de un río
caudaloso y recoger todo cuanto arrastrasen las aguas, que en épocas de
crecidas…”
Estilo indirecto libre. Esta modalidad de discurso
permite reflejar, de forma convincente y vivaz, el pensamiento del personaje
sin prescindir de la tercera persona del narrador. Como marcas lingüísticas de
su presencia están el uso del imperfecto de indicativo, la reconversión de la
persona yo en la persona él, la afectividad expresiva proporcionada por
exclamaciones, interrogaciones, léxico, coloquialismos, etc., así como la
ausencia introductoria del verbum
dicendi. En el siguiente ejemplo se marca en negrita el discurso
reproducido en estilo indirecto libre.
“En torno suyo giraba la oscuridad
absoluta, radical. ¿Tendría que acostumbrarse a ellas eternamente? Su
angustia aumentó de concentración al saberse hundida en esta niebla espesa,
impenetrable: ¿Estaría en el limbo? Se estremeció.”
Diálogo en el teatro
El
diálogo es esencial en el teatro ya que el drama se comunica exclusivamente a
través del diálogo de las figuras dramáticas (excepto en el teatro el que se
usan procedimientos narrativos o el teatro del silencio). El diálogo es la
única fuente de emisión; esto supone que al no haber un intermediario (como lo
es el narrador en el relato) incluso la presentación de las figuras dramáticas
se haga a través de sus diálogos.
El lenguaje en el teatro presenta dos rasgos
fundamentales: en primer lugar, está destinado a la representación, esto se
advierte incluso en la lectura, ya que si no se sobrentiende una representación
imaginaria, el texto resulta incomprensible; las réplicas dejan de ser
coherentes y comprensibles fuera del entorno.
Un segundo rasgo es que se produce un
desdoblamiento doble: el de los emisores y el de los receptores. El primer
emisor de un texto dramático es el autor; pero este no emite el mensaje
directamente, sino que lo pone en boca de las figuras del drama. El receptor
también es doble: las figuras se comunican entre sí, pero realmente su destinatario
es el público.
EMISOR > >
>
RECEPTOR
(Autor/Figura)
(Figuras/Público)
Tipología del diálogo teatral
El diálogo teatral puede clasificarse atendiendo a dos criterios: según el
número de emisores y según su funcionalidad en el juego dramático. En el primer
caso podremos distinguir entre monólogo y polílogo; en el segundo
atenderemos a si hay una participación verbal directa de las figuras o si, por
el contrario, este diálogo se realiza fuera del juego dramático –caso de los apartes.
El monólogo es un diálogo con un emisor
único, se trata de la intervención verbal de una figura cuya extensión rebasa
los límites de una réplica normal y no es imprescindible que la figura esté
sola en el escenario. Si la intervención es de un único personaje en escena, se
denomina soliloquio.
Cuando intervienen por lo
menos dos interlocutores tenemos un polílogo. Según el número de
figuras que participen se denominará específicamente duólogo, trílogo,
tetrálogo.
A partir de la modalidad de tetrálogo hay una tendencia a formar grupos en
escena. En ocasiones, el polílogo se convierte en monólogo si todos los hablantes
repiten las mismas palabras, una especie de letanía, por ejemplo La casa
de Bernarda Alba:
BERNARDA: ¡Alabado sea Dios!
TODAS:
Sea por siempre bendito y alabado.
BERNARDA: ¡Descansa en paz con la santa
Compaña de cabecera!
TODAS:
¡Descansa en paz!
BERNARDA: Con el ángel San Miguel
y su espada justiciera.
El aparte
puede ser de una o de varias figuras; se da cuando una de estas figuras se
aleja del juego dramático fingiendo las demás que no se enteran de lo que dice.
Fundamentalmente hay dos tipos de apartes: aparte ad spectatores y aparte solitario, según a
quién se destine el mensaje. En el aparte a los espectadores una figura se
dirige de manera clara al público; el aparte solitario no tiene destinatario
concreto (evidentemente esto es una ficción, el fin último de toda intervención
es comunicar algo a los espectadores). En este fragmento de El alcalde de Zalamea hay
ejemplos de apartes en diversas direcciones.
CRESPO
(Aparte.) ¡Que nunca
entre y salga yo en mi calle,
que no vea a este hidalgote
pasearse en ella muy grave!
NUÑO
(Aparte a su amo.)
Pedro Crespo viene aquí.
D.
MENDO Vamos por estotra parte,
que es villano malicioso.
(Sale JUAN, hijo de CRESPO.)
JUAN
(Aparte.) ¡Que siempre que venga, halle
este fantasma en mi puerta,
calzado de frente y guantes!
NUÑO
(Aparte a su amo.)
Pero acá viene su hijo.
D.
MENDO No te turbes ni embaraces.
CRESPO
(Aparte.) Mas Juanico viene aquí.
JUAN
(Aparte.) Pero aquí viene mi padre.
D.
MENDO (Aparte a NUÑO.)
Disimula. -Pedro Crespo,
Dios os guarde.
CRESPO
Dios os guarde.
(Vanse D. MENDO y NUÑO.)
CRESPO
(Aparte.)
Él ha dado
en porfiar,
y alguna vez he de darle
de manera que le duela.
JUAN
(Aparte.)
(Algún día he de enojarme.)
¿De adónde bueno, señor?
Función caracterizadora del diálogo
La figura dramática aparece caracterizada de diversas maneras; lo que se diga
de una figura en acotaciones y réplicas o lo que haga, todo contribuirá a la
concreción de sus rasgos. La información caracterizadora puede proceder del
autor o de las propias figuras. Las informaciones del autor se plasman en las
acotaciones y en los contrastes que establezca entre ellas.
Las
acotaciones han de traducirse a códigos extraverbales en la
representación (fisonomía, estatura, maquillaje, indumentaria…) y verbales.
Dentro de estos últimos habrá que distinguir entre los elementos de carácter
paralingüístico como la voz del actor, el
sociolecto o idiolecto que utilice y la forma que adopte el diálogo; así,
el monólogo o soliloquio descubre el pensamiento y los sentimientos; el
duólogo (generalmente con un amigo o confidente) es más verosímil para
mostrar sentimientos e ideas; el polílogo es útil para presentar a una
figura desde la visión de otras figuras del drama.
Según
la procedencia de la caracterización habrá que hablar de autocaracterización
y heterocaracterización: en el primer caso son las palabras y actos
de la figura los que la presentan, en el segundo una figura opina de otra.
Además,
hay otros elementos que el autor puede utilizar para caracterizar a una figura
como puede ser el nombre (así, en La
casa de Bernarda Alba: Angustias, Martirio…). Un ejemplo de
autocaracterización lo tenemos en Bernarda Alba, personaje monolítico, de
rasgos permanentes a lo largo de toda la obra. Al primer acto pertenecen las
siguientes réplicas de Bernarda:
a) – ¡Silencio! Menos gritos y más obras. Debías haber procurado que
todo estuviera más limpio.
b) –A tu edad no se habla delante de las personas mayores.
c) – No he dejado que nadie me dé lecciones. Sentarse. Magdalena no
llores; si quieres llorar métete debajo de la cama. ¿Me has oído?
Y al final de la obra, estas:
a) –Abre, porque
echaré abajo la puerta. ¡Adela!
– ¡Trae un martillo!
Yo no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara.
¡Silencio! ¡A callar he dicho! ¡Las lágrimas cuando estés sola! Non hundiremos
todas en un mar de luto. Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto
virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!
El mismo personaje, Bernarda
Alba, aparece heterocaracterizado en el acto primero del drama:
Habitación blanquísima del interior de la casa de Bernarda. Muros
gruesos. Puertas en arco con cortinas de yute rematadas con madroños y
volantes. Sillas de anea. Cuadros con paisajes inverosímiles de ninfas o reyes
de leyenda. Es verano. Un gran silencio umbroso se extiende por la escena. Al levantarse
el telón está la escena sola. Se oyen doblar las campanas.
(Sale la
Criada)
Criada: Ya tengo el doble de esas
campanas metido entre las sienes.
La Poncia: (Sale comiendo chorizo y pan) Llevan ya más de dos horas de
gori-gori. Han venido curas de todos los pueblos. La iglesia está hermosa. En
el primer responso se desmayó la Magdalena.
Criada: Es la que se queda más
sola.
La Poncia: Era la única que quería al
padre. ¡Ay! ¡Gracias a Dios que estamos solas un poquito! Yo he venido a comer.
Criada: ¡Si te viera Bernarda...!
La Poncia: ¡Quisiera que ahora, que
no come ella, que todas nos muriéramos de hambre! ¡Mandona! ¡Dominanta! ¡Pero
se fastidia! Le he abierto la orza de chorizos.
Criada: (Con tristeza, ansiosa) ¿Por qué no me das para mi niña,
Poncia?
La Poncia: Entra y llévate también un
puñado de garbanzos. ¡Hoy no se dará cuenta!
Voz (Dentro): ¡Bernarda!
La Poncia: La vieja. ¿Está bien
cerrada?
Criada: Con dos vueltas de llave.
La Poncia: Pero debes poner también
la tranca. Tiene unos dedos como cinco ganzúas.
Voz: ¡Bernarda!
La Poncia: (A voces) ¡Ya viene! (A
la Criada) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me
arrancará los pocos pelos que me quedan.
Criada: ¡Qué mujer!
La Poncia: Tirana de todos los que la
rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante
un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara.
¡Limpia, limpia ese vidriado!
Vemos, pues, que
la autocaracterización y la heterocaracterización abundan en rasgos similares.
Las características
lingüísticas del diálogo son:
- Abundancia
de los pronombres personales, destacando sobre todo la presencia del yo y del tú en función de sujeto.
- Presencia
de otros deícticos pronominales y adverbiales.
- Constantes
cambios en los tiempos verbales, siempre desde el presente de los hablantes.
- Cambios
también en el modo. El subjuntivo aparece para expresar deseos, posibilidades,
avisos, etc.
- Abundante presencia de elementos apelativos y
vocativos.
- Variaciones en la entonación: paso de la
enunciación a la interrogación y a la exclamación.
- Sintaxis de periodos breves, con numerosas
elipsis.
- Simplicidad en las relaciones sintácticas, con
tendencia a la coordinación y a la yuxtaposición.
La
narración
La
primera característica de la narración sería el estilo verbal (mencionado anteriormente). Dado que la narración
consiste en relatar acciones, se caracteriza por el dinamismo, el movimiento;
de ahí que la importancia de la acción narrativa determina que las
palabras predominantes en los textos de este tipo sean los verbos.
De hecho, apenas es posible concebir una narración sin estructuras verbales y,
muy al contrario, se podría narrar prescindiendo casi por completo de otra
clase de palabras.
Las
estructuras oracionales suelen ser predicativas, construidas con verbos de
acción y proceso. Las estructuras atributivas, en cambio, son características
del discurso descriptivo y, por tanto, aparecen en el relato cuando se detiene
la narración propiamente dicha, para describir a los personajes o los lugares. El
ritmo(o tempo) que el autor quiere dar a su discurso condiciona también la
estructura oracional: el ritmo lento de la acción, en el cual apenas transcurre
el tiempo, suele estar asociado a la sintaxis compleja, que alarga los
enunciados con múltiples subordinaciones (abundan los complementos
circunstanciales y subordinadas adverbiales que señalan las distintas
circunstancias que se producen en los hechos). En cambio, la sucesión de
oraciones simples, sencillas y breves, la coordinación y, sobre todo, la
yuxtaposición crean un ritmo rápido que acelera la acción narrativa.
Como hemos visto más arriba (en las características del diálogo), la persona
gramatical en los verbos y en los pronombres adquiere también una gran
relevancia por su relación con el punto de vista narrativo.
La descripción
La
descripción implica quietud, estatismo. Viene a ser el retrato de alguien o de
algo hecho por medio de palabras. Como primera característica lingüística
destacaríamos el estilo nominal
mencionado anteriormente. Otras características generales serían las
siguientes:
- Hay un dominio del elemento nominal sobre el
verbal.
- Abundancia de adjetivos y otros complementos
nominales.
- Verbos de estado y de percepción sensorial.
- Formas verbales imperfectivas:
presente y pretérito imperfecto.
- Oraciones atributivas.
- Sintaxis sencilla, de frase
breve.
- Presencia de figuras literarias
como el símil, la metáfora y por supuesto; la prosopografía (descripción
exterior de una persona o un animal), la etopeya
(descripción de las cualidades
espirituales, carácter, valores morales, de una persona) y el retrato (prosopografía más etopeya). Los procedimientos o recursos estilísticos son muy importantes en la descripción
subjetiva y literaria. Dependen, sobre todo, de los mecanismos que utilice el
autor para crear la imagen del objeto descrito, según el tipo de descripción
que se trate. Por ejemplo, en las descripciones de carácter analítico, en las
que se pretende describir el objeto que sirve como tema haciendo referencia a las distintas partes
que lo componen, suele emplearse la enumeración
de elementos y de rasgos característicos de cada uno de ellos (rasgos
que se suelen precisar mediante series de adjetivos coordinados).
En ocasiones, la creación de la imagen se basa en la analogía: el
autor caracteriza el objeto relacionándolo con otras realidades con las que
guarda alguna semejanza.
Los procedimientos literarios utilizados
son entonces las metáforas y
las comparaciones. Una función
similar tiene el uso de la personificación
en la descripción de animales o cosas y de la animalización o cosificación
en la descripción de personas. Estos dos últimos recursos son muy
habituales en la descripción caricaturesca.
Lenguaje empleado por el autor
Tenemos que fijarnos en la cantidad de adjetivos, sustantivos y verbos
que hay en el texto. Así podremos darnos cuenta de si es un lenguaje fluido (o
rápido) o un lenguaje lento.
Lenguaje
fluido sería aquel que está falto de elementos que puedan interrumpir una
lectura más o menos rápida. Estos elementos podrían ser adjetivos (epítetos),
excesivas conjunciones (hipérbatos), etc. También se le llama prosa fluida o
“lectura ágil”.
El
lenguaje sería sencillo cuando no nos encontramos ningún tipo de
cultismo, latinismo, arcaísmo, etc., que nos impida la comprensión del texto.
Es un lenguaje para ser entendido por cualquier tipo de lector. También llamado
lenguaje sin complicaciones, puesto que aparecen recursos literarios que se
pueden comprender fácilmente. Puede ser rápido o lento.
Prosa poética. Se trata de un tipo de
lenguaje en prosa, que contiene un ritmo y una cantidad de recursos literarios
que casi lo convierten en poesía (no es poesía porque carece de rima).
Hablamos de lenguaje complicado cuando nos encontramos una enorme
cantidad de metáforas, símbolos, antítesis, dobles sentidos de palabras, etc.,
que hacen que se nos haga bastante difícil comprender lo que estamos leyendo.
Tendríamos que tener unos conocimientos mínimos del autor del texto o de la
corriente literaria para entender la obra.
Lenguaje
ornamental sería aquel “cargado” (o recargado) de elementos que
“adornan” el texto con la finalidad de embellecerlo. Son elementos innecesarios
para la comprensión de la obra, pero que le dan determinado valor estético.
Interesa más la forma en la que se intentan comunicar el mensaje del texto, que
el contenido del mismo. Hay mucha adjetivación, términos mitológicos, exóticos
(de origen oriental: zafiras, rubíes), asociaciones de sensaciones diversas
como la sinestesia (sol sonoro), aliteraciones (“el ruido que rueda la ronca
tempestad”), etc., que tienen como finalidad darle determinado efecto, ritmo y
sonoridad al poema (se busca el preciosismo con este tipo de lenguaje).
Géneros literarios (narrativa
en prosa y dramático) y subgéneros
Entre los subgéneros narrativos en prosa
encontramos:
El cuento: Narración breve de un suceso
imaginario y con argumento muy sencillo. Aparecen en él un reducido número de
personajes que participan en una sola acción con un solo foco temático. Aunque
tradicionalmente poseía una intención moralizante, hoy su finalidad suele ser provocar
en el lector una respuesta emocional.
Apólogo: Relato breve de finalidad didáctico-moral.
La leyenda: Narración breve basada en un relato tradicional de carácter misterioso, sobrenatural o terrorífico.
Apólogo: Relato breve de finalidad didáctico-moral.
La leyenda: Narración breve basada en un relato tradicional de carácter misterioso, sobrenatural o terrorífico.
La crónica literaria: Una crónica
es una obra literaria que narra hechos
históricos en orden cronológico. En una crónica los hechos se narran según el
orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o
contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona.
Epístolas
o cartas. Carta formal e instructiva, generalmente destinada a la
publicación y escrita en verso. Su contenido es diverso y aborda temas
filosóficos o morales. La prosa epistolar integra el género de las cartas
conversacionales por escrito con el ausente. La carta, en efecto, es una
composición en prosa, que dirigimos a una persona ausente para comunicarle
noticias o impresiones, salvando las distancias del ausente. Si esta carta va
en verso, le llamamos epístola. Existen cartas literarias y públicas. Las
cartas literarias: constituyen manifestaciones de la prosa artística en
forma epistolar, como vehículo o modo elocutivo de otros géneros, por ejemplo
la novela o de la didáctica. Las cartas públicas: son las que abordan
asuntos de interés general, y se escriben para ser publicadas, generalmente en
la prensa diaria.
Episodio. Es un híbrido entre novela e
historia. Aparecen narrados trozos de la historia en forma de novela (personajes
ficticios e historias de amor ficticias, con un trasfondo histórico-social
real).
La novela. Su auge en
los siglos XIX y XX ha sido tal, y sus variantes tan dispares, que resulta
difícil una definición rigurosa. Suele entenderse por novela una narración extensa en prosa, con personajes y
situaciones reales o ficticios, que implica un conflicto y su desarrollo que se
resuelve de una manera positiva o negativa. Es un relato largo, aunque de
extensión variable, con un argumento mucho más desarrollado que el del cuento.
Y, a diferencia de lo que sucede con el cuento, al lector le importa no sólo lo
que ocurre a los personajes, sino también lo que piensan y sienten, cómo
evolucionan espiritualmente y cómo influye en ellos la sociedad donde viven. Su
estructura es muy variable.
Existen varios tipos de novelas: realista, histórica, picaresca, intelectual, psicológica, policíaca, terror, ciencia-ficción, gótica, rosa, sentimental, pastoril, caballerías, picaresca, etc.
Existen varios tipos de novelas: realista, histórica, picaresca, intelectual, psicológica, policíaca, terror, ciencia-ficción, gótica, rosa, sentimental, pastoril, caballerías, picaresca, etc.
Subgéneros dramáticos
La tragedia. Es la
representación de terribles conflictos entre personajes superiores y muy
vehementes, los cuales son víctimas de un destino ineludible; suele acabar con
la muerte del protagonista.
La comedia. Es la representación, a través de un conflicto, del aspecto alegre y divertido de la vida, y cuyo desenlace tiene que ser feliz.
El drama. Es la representación de problemas graves, con intervención, a veces, de elementos cómicos, y su final suele ser sombrío.
Ópera. Composición dramática, en la que los personajes cantan íntegramente sus papeles, en lugar de recitarlos.
Zarzuela. Obra literario-musical, genuinamente española, en la que se combinan escenas habladas y cantadas. Suele reflejar vivos cuadros de costumbres, preocupaciones populares, sátiras políticas.
Paso, entremés y sainete. Piezas breve en un acto, en prosa o en verso, de tema ligero. El origen del sainete se encuentra en la tradición popular y posee un humor festivo y picaresco. Solía representarse en los entreactos de obras mayores. El sainete deriva del entremés y del paso y acentúa lo humorístico y popular de este último.
Auto sacramental. Obra de carácter alegórico que trata sobre un dogma de la Iglesia católica y tiene como fondo la exaltación del sacramento de la Eucaristía.
Melodrama. Nombre que en el siglo XIX recibían determinadas obras dramáticas de tipo folletinesco, convencional, caracterizadas por sus fáciles concesiones a un público sensiblero.
La comedia. Es la representación, a través de un conflicto, del aspecto alegre y divertido de la vida, y cuyo desenlace tiene que ser feliz.
El drama. Es la representación de problemas graves, con intervención, a veces, de elementos cómicos, y su final suele ser sombrío.
Ópera. Composición dramática, en la que los personajes cantan íntegramente sus papeles, en lugar de recitarlos.
Zarzuela. Obra literario-musical, genuinamente española, en la que se combinan escenas habladas y cantadas. Suele reflejar vivos cuadros de costumbres, preocupaciones populares, sátiras políticas.
Paso, entremés y sainete. Piezas breve en un acto, en prosa o en verso, de tema ligero. El origen del sainete se encuentra en la tradición popular y posee un humor festivo y picaresco. Solía representarse en los entreactos de obras mayores. El sainete deriva del entremés y del paso y acentúa lo humorístico y popular de este último.
Auto sacramental. Obra de carácter alegórico que trata sobre un dogma de la Iglesia católica y tiene como fondo la exaltación del sacramento de la Eucaristía.
Melodrama. Nombre que en el siglo XIX recibían determinadas obras dramáticas de tipo folletinesco, convencional, caracterizadas por sus fáciles concesiones a un público sensiblero.
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