“Yendo a la casa de Damián”, Marcelo Bolaños Vargas

"Divagaciones en época de confinamiento", Marcelo Bolaños Vargas



Es raro. Siempre lo ha sido.
Lo que quiero decir es que todo lo que pasa últimamente se torna extraño, todo lo ocurrido en la actualidad, la humanidad ha llegado a un nivel de desconexión con la naturaleza increíble, y solo puedo "espectar" todo y pensar “Es raro”.

  Ahora nos encaramos a una situación extraña, nos obliga a no salir de nuestros hogares; al principio, no me importaba, total, lo había estado haciendo toda mi vida el no salir de casa, iba a estar bien. Pero, debido a unos recientes percances, sería genial salir a dar un paseo ahora mismo. 

   El tedio retorna a mi vida pero con menos agresividad que hace un año, lo cual es bueno; aunque he sentido un malestar últimamente y me preocupa, pero no es un malestar físico (parece que no os libraréis de mi tan fácilmente, sea eso bueno o malo) lo que siento es un malestar en mi alma, en mi corazón, un malestar provocado por la pérdida de la noción de los días, también por el no ver a amigos o compañeros, y probablemente por estar todos los días rodeado de pantallas y maquinas, es irónico como estas pantallas son también lo que me permite comunicarme con amigos, que es lo que me ayuda a sobrellevar todo esto. Hay veces en las que me pregunto sobre si realmente hay alguien real detrás, sobre si todos han muerto y solo queda una maquina imitando como debería escribir o hablar alguien. Raro, ¿eh? Pero siempre lo ha sido, y últimamente todo ha sido una Insanidad Virtual.
  Pasarán los días, y pasarán las noches. Un día miraremos para detrás, ¿y qué veremos? ¿Si quiera estaremos vivos cuando pasen los días y las noches?
  El caso es que va a llegar un punto de no retorno para lo antinatural que puede ser el hombre, y no quiero ni imaginar lo que ocurrirá en ese punto de singularidad. Aunque si te pones a pensar, lo natural para el humano es no ser natural, desde el inicio hemos modificado el mundo con nuestras construcciones, ganadería, agricultura, etc. Somos los únicos seres que hacen eso… Raro, pero mejor no darle muchas vueltas a eso, que al final uno acaba pensando que somos algún tipo de error, y ya sabes, la mejor manera de corregir un error es borrándolo… Seguramente algún científico chino le dio muchas vueltas a eso y decidió borrarnos, ¿quién sabe?

 De igual manera, para con acabar estas divagaciones, dejo un relato:







“Yendo a la casa de Damián”

Por Marcelo  


Había una vez un joven; su carácter cambiaba tan bruscamente como pasar de Can’t Stop de Red Hot Chili Peppers al  Hallelujah de Handel. El gris reinaba en sus irises y cabellos castaños coronaban su cabeza. Era alto, pero no demasiado. Era flaco, pero no mucho. Se llamaba Damián.

Damián un día volvía de casa de un amigo, regresaba a su casa. Cuando paso por la calle Miguel se encontró con un policía. El policía le pregunta “¿Qué hace usted aquí en la calle? ¿Viene o va a comprar al súper…o acaso viene o va a trabajar?”.
Damián lo mira perplejo, respondiéndole que viene de casa de su amigo Roberto.
-¿Cómo? Perdone pero le tengo que llevar en el coche patrulla.
Damián pensó que genial, como un taxi pero gratis.
Entonces el joven escucha lo que dice la radio del policía: “Agente Hernández, tráigalo a comisaria, ya veremos qué hacemos con él”
Entonces Damián empezó a ver por la ventana del coche, calles vacías. Se dio cuenta de que algo iba mal. Se dio cuenta también de que no lo llevaban a casa. Pego un grito el chico y se tiró del coche patrulla en marcha, el policía frenó y bajó para perseguirle corriendo. Damián corría como alma que lleva el diablo hacia unos arbustos, pensaba esconderse ahí. Miró hacia detrás para ver si seguía el agente Hernández. No estaba. Así que paró de correr, solo para encontrarse de bruces con el puño del agente Hernández en su cara cuando volvía a mirar hacia delante. El joven cayó al suelo bruscamente. Había quedado inconsciente.
Damián despierta en una sala de interrogatorios, despierta echando gritos, maldiciendo el lugar donde esta y a quien le trajo a ese lugar.
-¡Silencio!-Le grita un policía que está al lado del agente Hernández.- ¿Quién se supone que eres? No hay registros de tu existencia en ningún lugar. Danos una breve descripción de tu persona y una explicación de que hacías en la casa de un tal Roberto cuando deberías estar haciendo cuarentena.
Damián cambia de enfadado a relajado y pregunta que cuarentena por qué, también dice que ahora entiende porque no había nadie en la calle.
-El Coronavirus idiota.-responde ahora el agente Hernández.
Damián dice que no sabe qué es eso.
-Mira Benito, no le vamos a sacar nada así. Mételo en una celda y ya veremos qué hacemos con él. –dice el otro agente al agente Hernández.
Mientras se lo llevan esposado, Damián piensa que debe escapar, lo siente en su corazón. Casi lo olvida, pero él estaba yendo a su casa, y nada lo va a detener...


                               Parte II                                                         


 Han pasado varios días, y Damián no ha perdido el tiempo; ha estado maquinando un plan tras comprobar patrones y hábitos de los guardias, los cuales le intentan hacer cada dos días un interrogatorio, siempre en vano.
Cuando le saquen para el siguiente interrogatorio, al mediodía, será justo el momento cuando menos agentes se hallen en el edificio, y será justo el momento donde yace la única oportunidad de nuestro protagonista para escapar.
11:46
Verás, el camino a la sala de interrogatorios es así:
Al salir de la celda hay que dirigirse a una sala grande, después sales a un largo pasillo, a tu derecha la sala de interrogatorios; pero lo que a Damián realmente le interesa es lo que hay al final de ese largo pasillo, la salida.
12:01
Empiezan a llevar al joven para intentar sacarle algo.
Van por la sala grande.
Entran al largo pasillo.
Empieza el plan de Damián.
Pega un grito y le da una patada en el muslo al policía que lo llevaba. El agente se le tira encima, pero logra zafarse de su cuerpo de alguna manera. Entonces echa a correr a la salida. Un par de policías le persiguen, le dicen que pare, pero él sigue.
Entonces Damián embiste contra la puerta y logra salir, como un estruendo y aun esposado.
                                 Umbral
Una cosa es cierta, él no tenía ni idea de lo que le espera fuera de la comisaria. Ni siquiera recordaba cómo le llevaron.
Había pensado en correr hasta llegar a un lugar para esconderse y pensar cómo llegar a casa, pero sus piernas estaban empezando a cansarse y encima tenía unos cuantos agentes a sus espaldas.
Entonces, entre las sombras de un callejón Damián vio una puerta abierta, y dando un último esfuerzo corrió hasta allí.
Al cruzar el umbral de la puerta esta se cerró de un portazo, casi de manera mágica. El chaval se adentró lentamente en la inusual oscuridad que inundaba el lugar en el que se encontraba; a medida que daba más pasos, todo se veía mejor, más acorde al mediodía en el que estaba.                                                                          

                     Guf
Finalmente, el mundo ante sus ojos era identificable: se encontraba en una especie de mercadillo, lleno de gente y bullicioso. Todo lo contrario a lo que había fuera.
Damián estaba ensimismado pensado esto; en un momento de lucidez mira para detrás, para ver por donde llegó; pero solo había una pared solida a sus espaldas.
Ahora el joven pensaba en cómo diablos iba a llegar a su casa, pues no tenía ni la más mínima idea de donde se encontraba; cuando llegó a darse cuenta de que todos los habitantes del mercado le miraban como si él fuera un innombrable.
Miradas penetrantes y murmullos inaudibles de gente que se veía como él. Damián casi responde de manera agresiva a todos e iba a decirles que lo dejaran en paz, pero pensó que era mejor causar el menor ruido o nunca llegaría al hogar.
Deambuló por horas hasta que cayó la tarde. Se sentó en unas escaleras que había por ahí. Estaba abatido.
-Supongo que has estado buscando la salida...- Le dice un local que se sentó cerca de él- ...y que no has podido encontrarla, ¿cierto?
Damián le confirmo sus suposiciones, y de paso preguntó que donde estaba.
-Estas en Guf, ¿dónde sino? Pero tú eres distinto a los que también estamos aquí. Tú quieres y puedes salir.
Damián solo prestó atención a lo último, como si estuviera resaltada la palabra también en su conversación. Inmediatamente el pelinegro se levantó, como si escuchar eso le hubiera devuelto el ánimo y las fuerzas, e inquirió porque le dijese como salir y, de paso, si la salida le quedaba cerca a la dirección de su casa.
-Claro.- Respondió simplemente la otra persona.
Damián entendió, de alguna manera que escapa a mi sapiencia, que ese “Claro” era la respuesta sus dos preguntas a la vez.
-Pero primero hay que comer algo como mínimo, tu viaje será más ameno si lo haces; sígueme y te llevaré a un buen restaurante. También te llevaré a un cerrajero, no creo que esas esposas que llevas sean cómodas.
El chico se había acostumbrado demasiado a las esposas que se le había olvidado que las llevaba puestas; comenta que no trae dinero encima, el otro le dice que no importa, en Guf el dinero nunca es problema. Además le dice que lo llame Hernández.
Después de haber cenado, y de haberse quitado las esposas, Hernández lleva a Damián a un muro aparentemente aleatorio del mercado, debido a la oscuridad de la noche no se aprecia muy bien y parece igual que cualquier otro muro. El joven perdido dice que ya ha estado aquí, que es una pared igual a la demás y que quiere saber sonde esta la salida.
-Cállate impaciente, esta es la salida.- Dice irritado por la impaciencia Hernández.
Damián mira otra vez el muro. No se lo acaba de tragar pero quiere salir así que se aguanta.
-Chico, estas son las Puertas de Guf. Todos llegamos aquí por ellas, todos menos tú, así que todos sabemos abrirlas; mas no podemos salir. Pero tú supongo que sí.
Perplejo el chico se sorprende porque Hernández no está seguro de que él pueda salir. 
-No me mires así y agradece que te ayudo, la mayoría de aquí no se atrevería ni a acercarse a ti. No me preguntes porqué, ni siquiera yo lo sé.
El pelinegro dice queda igual, que abra las puertas, que tiene prisa; Hernández se niega.
-Es más seguro abrirlas de día, concretamente a las 3 de la tarde- Damián mira angustiado a Hernández- Pero oye si quieres llegar muerto a tu casa te vas ahora mismo.
Damián acaba aceptando.
-Bueno hasta mañana. Estaré aquí a partir de las 2, guíate por el reloj del mercado- Mientras dice esto, Hernández se va por la oscuridad.

Debido a las prisas, al chico no le queda más que dormir en un frío banco de este extraño mercado de Guf. Antes de dormirse Damián se arma de determinación y recuerda su incesante fin, retornar a su hogar. 






Comentarios

  1. ¡Pues bien, Marcelo, no esperaba menos de ti y de tu prosa! Hemos pasado ya de resistencia a "resiliencia", palabreja de moda últimamente en el sentido de "proceso de competitividad en el que la persona debe adaptarse positivamente a las situaciones adversas". Yo me quedaría con el enfoque que se le dio a mediados del siglo XX: "un proceso comunitario que responde a tres modelos que lo explican: compensatorio, de protección y de desafío". Después de mucho, muchísimo tiempo, hemos vuelto a compartir charlas, risas y penas no solo con nuestros vecinos, sino con nuestros familiares; porque...¿cuánto tiempo hacía que no lo hacíamos en el mundo del "corre, corre..."?

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